Siete años son mucho tiempo

Con frecuencia, y al pasar de los años, tendemos a romantizar experiencias pasadas. La calle en la que jugábamos, los programas que veíamos, los alimentos que comíamos, los lugares que visitábamos; cosas que, de alguna manera, parecen mejores en nuestros recuerdos. «Todo tiempo pasado fue mejor», reza el adagio popular, y algo habrá de cierto en tales palabras. Sin embargo, la sobreexplotación de este recurso en la cultura popular que, cada vez con más frecuencia, satura nuestras mentes con una idealización casi obsesiva del antaño resulta francamente chocante para un humilde servidor.

Aunque el análisis de ese fenómeno está fuera de los límites que competen directamente a este artículo en particular, he de admitir que últimamente he sido presa de pensamientos intrusivos y la añoranza a una era que, aunque presente en mi corazón, cada día se vuelve más difusa en mis recuerdos.

El día de hoy quiero volver a un momento especial, uno por el que, en su momento, derrame lágrimas de pesar al sentirlo arrebatado de mí. Un momento que definió el rumbo de mis esfuerzos creativos y forjó una parte de lo que soy ahora. Así que, por favor, acompáñame a dar un vistazo a este pedacito de mi vida.


Es el año 2015, la vida parecía apenas comenzar para mí una vez me había graduado de la preparatoria, pero yo no encontraba la fuerza o la motivación necesaria para levantar el vuelo. Puse mi mente en diferentes actividades para distraerme del duro hecho de que tal vez, en realidad, no quería comenzar el viaje todavía. Una de ellas, ver televisión. Para ese momento uno de mis programas favoritos era Steven Universe. De ese gusto aprendí varias cosas sobre la animación y, en particular, de la música. Uno de los artistas de storyboard del show, el señor Jeff Liu, también estaba involucrado en la música del programa. Más allá de la genialidad que exuda cada una de sus creaciones, los medios que utilizaba para crear sus piezas llamaron mi atención, pues para algunas usaba nada más ni nada menos que un Game Boy. ¿Cómo era posible eso? ¿Acaso había magia negra detrás de sus canciones?

Rápidamente investigué más y descubrí el fabuloso catálogo musical del señor Liu. La libertad y alegría de sus canciones me inspiró a buscar más del género. En ese momento mi hermano menor intervino. ―Se llama chiptune, llegó a decirme entre pláticas al respecto. Por recomendación suya, y aunque un poco reacio, escuche a varios artistas y una compilación que cambió mi vida: Chiptunes= WIN Vol. 4.

Theory of N, 梅干茶漬け, Asleepdroid, entre muchos otros maravillosos músicos se apoderaron de mis listas de reproducción en ese momento. Aún cuando no siempre recordaba sus nombres, sabía perfectamente que me hacía feliz escucharlos.

La motivación detrás de la organización que daba nombre al compilado (Chiptunes=WIN) me cautivó. No solo era la labor de llevar nueva música al público, era un esfuerzo colectivo a la más pura usanza de los inicios del internet. Era un foro, un punto de referencia y motivación para muchas personas. Fue ahí que inició el viaje y, con él, un objetivo: entrar a ese nada pequeño, pero selecto, grupo de músicos.

Al momento de tomar la decisión, la convocatoria para el álbum de ese año ya había terminado y, de hecho, se encontraba ya publicado el promocional del siguiente volumen. Fue entonces que la escuché:

Era dulce, contundente y genial. Creaba la tensión justa y alimentaba ese sentimiento de novedad y pasión que me hacía querer más. Simplemente perfecta, no solo para el propósito que se le asignó, sino que, en términos musicales, también era destacablemente sorprendente. Pasmado y un tanto aturdido, trataba de asimilar lo que mis ojos y oídos acababan de presenciar. ― ¿Acaso eran gatos sobre Game Boy en el espacio con una voz en off diciendo cosas completamente random? Traté de no racionalizarlo mucho y seguir. De entre todas las cosas que se dijeron en ese clip de menos de dos minutos (y que es una lástima que se haya perdido), pude rescatar una fecha: 18 de julio.

Atender a dicha invitación marcó un punto de inflexión en mi vida. Definió lo duro que trabajé para mejorar en varios aspectos de mi vida, no solo en lo relativo a la música. Fue el inicio formal de un largo viaje, uno que termina hoy. No apresures conclusiones, mi querido lector. Sé que suena dramático en exceso, pero te aseguro que no es lo que piensas.

Han pasado siete años de esa fiesta de escucha. Innumerables canciones y emociones nuevas han pasado por mis oídos y mi corazón. He perdido muchas cosas que amaba. Lloré, reí y me descubrí a mí mismo. Probé nuevas experiencias y aprendí… Aprendí.

Nunca logré el objetivo por el que todo comenzó. Traté con desesperación, mejoré mis procesos, subí mis estándares, refiné mi oído, pero, lamentablemente, no pude ser parte de los compilados. Mi sueño de aparecer codo a codo con entusiastas y expertos bajo la marca ChipWIN no alcanzará una resolución. Sin embargo, gracias a Brandon, Erin y toda la maravillosa gente de esa comunidad cumplí otras metas. Me atreví a escribir en un idioma ajeno, probé las dulces mieles de la traducción y pude aparecer en compilaciones de otras latitudes con gente de ideas afines y con muchísimo talento y pasión. De alguna manera, alcancé más de lo que me propuse.


Siete años son mucho tiempo, efectivamente. La vida sigue y, queramos o no, nosotros también. El poner fin a una etapa no es fácil, mucho menos si no se cuenta con las herramientas emocionales necesarias para procesar todo. Con este articulo pongo fin a esta parte de mi vida, una que me dio felicidad como nunca la conocí, pero también me sumió en un espiral de autocompasión y culpa. Como diría DFINED, «si pudiera regresar a esos tiempos, no lo haría, pero no los cambiaría (…)».

Esto no marca un final para mi faceta de músico de chiptune o de amante los blips y blops. Solo pone un punto después de muchas vivencias. Crecí como persona y artista gracias a lo que pasó un día como hoy hace siete años. Estoy orgulloso de ello y continuaré con el camino que tracé en ese momento, un paso a la vez.


Como ejercicio catártico y nota final muy aparte de lo escrito anteriormente, siento que no estaría completo sin decir mi opinión sobre lo acontecido hace tres años en el mes de mayo y que dio fin al sello digital Chiptunes=WIN y para lo que me permitiré rescatar el fragmento de un texto que escribí unos días después del hecho en cuestión y que, por cobardía, jamás vio la luz.

«En lo tocante al futuro de la escena internacional, me considero un escéptico. Y no soy el único, he visto por ahí a varios que piensan lo mismo desde hace tiempo. Todos queremos creer que lo que sigue será mejor, pero en el fondo —y aunque lo nieguen—, todos, absolutamente todos, sabemos que seguirá siendo la misma gente (blanca/europea/angloparlante/heterosexual/mayoritariamente hombres) la que domine las tendencias. Una meritocracia “cosmopolita” (que jamás desaparecerá y solo se cambiarán sus parámetros de acceso) se antoja como una solución muy, pero muy parca —por no decir tibia y casi burlesca— a una realidad en la que la segregación sistemática y el elitismo se niegan a desaparecer (o incluso a ser reconocidos)».

Aunque creo que Socko lo dice mejor que yo:

Why do you rich fucking white people
Insist on seeing every socio-political conflict
Through the myopic lens of your own self-actualization?
This isn’t about you
So either get with it, or get out of the fucking way

Bo Burnham (Socko)

En fin, para resumir, esperen más blogs, esperen más música, esperen más. Todo a su tiempo, por ahora, me gustaría despedirme con la que, en mi opinión, es la carta de amor más hermosa jamás escrita a la síntesis FM o, mejor dicho, al chiptune en general.

Nos vemos pronto.

Leave a comment